Recuerdo muy bien cuando la señora Gloria me dijo: “Tienes que ir a Sitges”. Esa mañana estaba recostada en mi pequeña cama de una plaza, leyendo. Me había levantado muy temprano, no tenía sueño. La luz del sol empezaba a bañar las calles de Barcelona, haciéndola poner más bonita de lo que normalmente es.
Unos sigilosos pasos llegaron hasta mi puerta y junto con ellos, unos suaves golpes crujieron sobre la madera. Abrí la puerta y estaba la señora Gloria, la dueña del piso en donde vivía.
– María, escuché que ya estabas despierta. – me dijo.
– Sí, no tenía sueño y me puse a leer. Disculpe si la desperté por la música. – dije, mientras me paraba para apagar mi laptop que servía de parlante.
– No, no. Estoy despierta desde las 6 de la mañana. Tranquila. Estaba pensando que si estás despierta y leyendo, en vez de estar encerrada aquí, podrías salir a hacer lo mismo pero en “Sitges”. El día va a estar bonito y estoy segura que te encantará el lugar.
Así fue como llegué a esta localidad costera, ubicada a 38km de Barcelona. En un viaje corto en tren de solo 30 minutos, terminé en un lugar que hasta ahora recuerdo con mucho cariño.
El olor de la brisa marina y del pescado fresco, empezó a guiarme por esas callejuelas hasta llegar a la Plaza del Baluard, donde se levanta la iglesia Sant Bartomeu y Santa Tecla. Desde ahí tuve la mejor vista del Mediterráneo.
Bajé unas escaleras hasta llegar a la plaza de la Fragata desde donde pude acceder al paseo marítimo del pueblo y a las playas.
Me recosté en la arena que se encontraba cálida por el radiante sol que brillaba encima nuestro, a pesar de que estábamos en pleno invierno. Me quedé un largo rato haciendo terapia de sol, llenándome de vitamina D. Abrí mi mochila, saqué mi libro y continué con la hoja que dejé de leer en mi cama de Barcelona…
– María, escuché que ya estabas despierta. – me dijo.
– Sí, no tenía sueño y me puse a leer. Disculpe si la desperté por la música. – dije, mientras me paraba para apagar mi laptop que servía de parlante.
– No, no. Estoy despierta desde las 6 de la mañana. Tranquila. Estaba pensando que si estás despierta y leyendo, en vez de estar encerrada aquí, podrías salir a hacer lo mismo pero en “Sitges”. El día va a estar bonito y estoy segura que te encantará el lugar.
Así fue como llegué a esta localidad costera, ubicada a 38km de Barcelona. En un viaje corto en tren de solo 30 minutos, terminé en un lugar que hasta ahora recuerdo con mucho cariño.
SITGES
Hay lugares que ya suenan lindos solo por su nombre, Sitges es uno de ellos. Este pueblo es conocido por muchas cosas, en especial por su excelente clima durante casi todo el año, gracias a su excelente ubicación geográfica en la costa mediterránea. Dispone de 4km de costa y de un encantador paseo marítimo con palacetes frente al mar. Además, Sitges es conocida por sus innumerables eventos como las vendimias, fiestas populares locales, conciertos, entre otros. Destacando: el Festival Internacional de Cine Fantástico de Cataluña y el Carnaval de Sitges.
En camino…
Fui todo el trayecto escuchando canciones de Serrat y Sabina, mientras me perdía en las vistas que tenía frente a mi. Quise leer pero no pude: fue imposible despegar la nariz de la ventana del tren. Salí de la estación con el mapa y todos los datos que me habían dado en la ventanilla de información turística. Llevaba una pequeña mochila conmigo. En ella tenía mi libro, una botella con agua, y un poco de fruta. Crucé los estacionamientos y una larga avenida.
Conociendo…
Como parte del pueblo está construido en lo alto de un peñasco, las calles no son rectas sino laberínticas. Así que hice lo que casi siempre hago en lugares así de encantadores: caminé sin pensar, dejándome llevar por la intuición y por las cosas bonitas que me encuentro en el camino. Así llegué al casco antiguo de la ciudad y hermosas casitas de color blanco con ventanas y puertas de color azul empezaron a marcarme el camino. Las calles estaban totalmente empedradas e invitaban caminarlas. Empecé a perderme por ahí y por allá, mientras que la música de Sabina y Serrat se colaba por mis audífonos.
El olor de la brisa marina y del pescado fresco, empezó a guiarme por esas callejuelas hasta llegar a la Plaza del Baluard, donde se levanta la iglesia Sant Bartomeu y Santa Tecla. Desde ahí tuve la mejor vista del Mediterráneo.
Bajé unas escaleras hasta llegar a la plaza de la Fragata desde donde pude acceder al paseo marítimo del pueblo y a las playas.
Me recosté en la arena que se encontraba cálida por el radiante sol que brillaba encima nuestro, a pesar de que estábamos en pleno invierno. Me quedé un largo rato haciendo terapia de sol, llenándome de vitamina D. Abrí mi mochila, saqué mi libro y continué con la hoja que dejé de leer en mi cama de Barcelona…
GUÍA DEL VIAJERO PARA VIAJAR A SITGES
¿Como llegar a Sitges?
La mejor manera de llegar a Sitges es ir en tren. No es recomendable en auto porque sobre todo en verano, encontrar un parking es muy difícil. El billete de ida y vuelta Barcelona-Sitges cuesta aproximadamente 8 euros. El viaje dura unos 30 minutos desde la Estación de Sants y el tren te deja directamente en el centro de Sitges.¿Qué ver y qué hacer en Sitges?
- Recorrer el Casco Antiguo de Sitges.
- Puedes tener una visita guiada por Sitges
- Caminar por el Paseo Marítimo de Sitges.
- Descubrir sus mejores playas como: Playa de Sant Sebastià, Playa de la Fragata, Playa de la Ribera, Playa de la Bassa Rodona, Playa de L’Estanyiol, entre otras.
- Entrar al Museo Pau Casals
¿Dónde comer?
Sitges, gracias a su playa y a su buen clima, es un lugar muy visitado por lo que tiene una gran oferta para todos los gustos. Entre los recomendados se encuentran: El Restaurante La Reina, ubicado en la Calle Sant Pere con platos entre 8 a 12 euros. Restaurante Ánfora, se encuentra en Carrer Santa Tecla, platos para picar entre 3 a 8 euros.POST DE BARCELONA:
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