“De Perú hasta Rusia con amor. En este post narrativo, te cuento mi experiencia en el mundial de Rusia 2018, cuando el Perú llegó al mundial 36 años después”.
Los parlantes del estadio se encendieron y empezaron a sonar los acordes de una guitarra acompañados de un cajón. Una tonada conocida llegó a mis oídos y a los de toda la hinchada que estábamos ahí en el estadio de Saransk, la ciudad más pequeña y menos conocida que albergaría la Copa Mundial de la FIFA en Rusia.
Habían pasado 36 años desde nuestro último partido en un Mundial y nos había costado cambiar de mentalidad para llegar a estar ahí nuevamente. Una voz gruesa y melancólica rompió con todo el barullo de la emoción de estar en el primer partido de Perú.
“Cuando despiertan mis ojos y veo que sigo viviendo contigo Perú, emocionado doy gracias al cielo, por darme la vida, contigo Perú, eres muy grande y lo seguirás siendo, pues todos estamos contigo Perú” la voz del Zambo Cavero estremeció a todos los que estábamos en la tribuna cantando “Contigo Perú” sin poder controlar que las lágrimas se caigan de nuestros ojos. Una sola voz sonaba al son de esta canción, la de todos los peruanos que habíamos llegado desde todos los rincones del mundo hasta el Mordovia Arena. Habíamos llegado de Perú hasta Rusia con amor.
Era un día especial para mí, no solo porque estaba dando una vuelta más al sol y festejaría mi cumpleaños en el país más grande del mundo, sino porque ahí estaba yo cumpliendo el sueño de mi abuelo, quien me enseñó a querer el fútbol como un deporte que te enseña la disciplina y la sinergia. Que me enseñó a que cuando los seres humanos nos unimos, nuestro valor global es mayor que la suma de nuestras individualidades por separado. Mi abuelo fue el arquero del equipo más importante de mi ciudad: El Melgar de Arequipa y siempre que hablaba de este deporte, hablaba con respeto y mirando hacia arriba, como si buscara en sus recuerdos esos años dorados del futbol peruano.
No hubo un solo Mundial que no veamos juntos y este se volvería el primero que él no vería y en el que no iba a estar conmigo. No había manera de no contener las lágrimas y de no sentir ese nudo en la garganta.
En fin, había que estar ahí para entender todo lo que significaba para cada uno de los hinchas que habíamos dejado todo para llegar hasta Rusia. No buscábamos un resultado, el estar ahí ya significaba haber ganado a ese pesimismo que llevábamos encima por años.
Habíamos ganado un país más unido, no era el fútbol en sí, el Mundial solo era un pretexto para volvernos a reunir y amar a nuestro país como hace mucho no lo amábamos. Los hinchas que vi fueron respetuosos con el lugar, con los hinchas del equipo contrario, los cantos y las sonrisas eran nuestra mejor arma y nuestra carta de presentación, esa que no llevó a que seamos los más queridos por los medios internacionales porque demostramos que nosotros estábamos ahí por nuestro país, sin importar el resultado.
Ahora que vivo en Francia veo todo más claro, los países que siempre ganan no tienen ese feeling que sí tenemos los que la pasamos mal por diferentes problemas que se nos presentan a lo largo de la vida, desde el clima, hasta la política.
Nosotros, los peruanos, no veníamos al Mundial para ver las victorias acumuladas sino para vivir esa experiencia que se nos había esquivado por años.
Fue emocionante ver que todo el estadio nos pertenecía, que los pocos rusos que estaban ahí, nos veían atónitos con sus cámaras en mano para grabar cómo cantábamos el himno nacional y cada canción para alentar a nuestro equipo, en ese lugar recóndito de Rusia donde ningún peruano imaginó poner un pie. Donde una marea blanquiroja se desplazó por todo este país inmenso y ajeno.
Los dos partidos siguientes los vi en Francia. El del 21 de Junio lo vi en París y jugamos como grandes contra Francia y hoy, 26 de Junio le ganamos a Australia para irnos con la cabeza en alto y porque aunque no hayamos pasado a los octavos de final, este sentimiento de amor al país se ha magnificado. Nos ha unido la alegría, y las diferencias que nos separaban, estos 10 días han desaparecido y espero que siga siendo así. Que el Perú se llene de hinchas, no de fútbol sino por el simple hecho de ser peruanos.
Gracias abuelo por enseñarme tanto, gracias Maestro Gareca por devolvernos la fe y gracias chicos porque nos volvieron a unir como país y eso es lo más valioso.
¡Arriba Perú!
Espero que este post narrativo De Perú hasta Rusia con amor, te haya gustado!
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