Acompáñame por Akko o también conocida como Acre, una ciudad costera de Israel situada a orillas del mar Mediterráneo, cercana a la bahía de Haifa.
No podría vivir como tú- me dijo mi mamá, mientras yo me metía un bocado de la ensalada más comida en Israel a base de pepino, tomate, perejil y arugula. – A qué te refieres? – Le pregunté – ella terminó de dar el último sorbo a su limonada con menta y perejil y me respondió – no podría vivir viajando como tú lo haces, creo que tienen que tener un gusto particular para vivir así.
A mi me gusta viajar pero no como a ti que puedes vivir viajando. Yo terminaría agotada, quizás si fuese más joven sería diferente. Aunque no, me gusta tener una rutina.
Me quedé pensando en lo que me había dicho, rumeando la idea, ¿me gusta vivir moviéndome sin parar?
VIRUS VIAJERO
Creo que no, me gusta también estar quieta pero quizás como ella dice, tienes que tener un chip especial para que te guste estar viajando y viajando, quizás como dice esa frase que alguna vez leí en algún lugar “una vez que el virus viajero te pica, no hay antídoto posible, y sé que estaré felizmente contagiado para el resto de mi vida”.
Es probable que ese virus lo haya cogido en mi primer viaje sola y esté contagiada para siempre. Extraño continuamente estar en varios lugares, no sólo extraño mi país, sino también extraño Marruecos, Brasil, Argentina, Singapur, Indonesia y seguramente cuando parta de Israel, termine extrañándolo también, hasta incluso la famosa ensalada “tabulé” que la comen en el desayuno, almuerzo y cena, aunque de momento ya quizás me esta agotando al tercer día de comerla sin parar.
EN SIRAN
Terminamos de cenar en un encantador restaurante en Akko, con una decoración particular, llamado Siran. Este fue nuestro primer contacto con la ciudad porque ya era de noche y la ciudad vieja de Akko ya estaba cerrada.
Antes habíamos estado en el hotel descansando, mi mamá necesitaba recargar baterías y yo no quería moverla a un ritmo apurado, además estaba terminando de escribir el post de Tel-Aviv donde les había contado y había hecho mea culpa por no haber organizado mi viaje bien antes de venir.
Ahora nos encontrábamos en el hotel Rimonim, un cómodo hotel que es parte del premio que gané en Fitur.
A LA MAÑANA SIGUIENTE
Nos despertamos muy temprano para aprovechar al máximo nuestra visita. Llegamos tan temprano que la ciudad vieja aún estaba despertando. Los puestos de mercaderes recién se estaban instalando y los dulces que venden recién llegaban al local. Se empezaba a ordenar las tiendas, mientras que el exprimidor de frutas era sacado de la vitrina para comenzar a preparar los primeros jugos del día.
Poco a poco el lugar empezó a tomar un aire a zoco (mercado típico árabe) que ya había conocido antes en Marruecos y me declaro fan de ellos.
CIUDAD VIEJA DE AKKO
Mientras mis sentidos empezaban a despertar con todos los preparativos de esa “fiesta” llamada mercado, un par de monjitas pasaron frente nuestro. Llevaban en la mano una Frangipani, mi flor favorita y que conocí en Bali y de la que quedé perdidamente enamorada. No pude evitar seguirlas para ver de dónde la habían sacado y sin darme cuenta pasé las murallas de la ciudad vieja de Akko y un verde jardín lleno de flores me recibió.
Una vez que ya teníamos las entradas para visitar este lugar, nos dieron los audífonos para la audioguía, “no aprieten nada” nos dijeron, “todo funciona automáticamente, solo sigan los números en el piso y dejen los audífonos al finalizar la visita en el “Bath Turquish”.
LA HISTORIA DE AKKO
Nos adentramos al corazón de la vieja Akko y la audioguía empezó lo suyo. Todo funcionaba perfectamente, yo no podía dejar de maravillarme con toda la tecnología que había para aprovechar la visita.
Proyecciones en los muros que calzaban perfecto con las historias que sonaban a través de los audífonos.
Akko es una de las más antiguas del mundo y una de las más preciadas por todos los invasores. Desde los cruzados, pasando por los sultanes, los musulmanes hasta Napoleón. Esta avanzada ciudad donde comían con aceite de oliva extra fino mientras que en otros lados del mundo aún comían con grasa de cerdo era un diamante. Aquí también se utilizaron monedas en día a día, mientras que en otros lados aún se utilizaba el intercambio.
Aprender viajando
Así poco a poco me sumergí en la historia de los otomanos, los cristianos y musulmanes. De rato en rato volteaba a ver a mi mamá para que no pierda el paso y la descubría boquiabierta, mirando embelesada cada rincón, cada construcción, cada dato que se escurría a través de los audífonos. Una de las mejores maneras de aprender sobre la historia es viajando.
Es rico saber qué pasó antes de nosotros, porque de esa manera aprendemos el pequeño espacio que ocupamos en este mundo. También entendemos que la humildad es importante porque somos un granito de arena en este mundo inmenso de cientos de miles de años de historia.
Baños turcos
Cuando terminamos el interesante recorrido, fuimos a los baños turcos. Un video explicativo en un ambiente lleno de historia te da la bienvenida.
Puertas que se abren solas, video proyecciones, ambientes con humo artificial, te trasladan a la época y te hacen vivir una experiencia inolvidable! Realmente me quedé anonadada por el avance en la tecnología que invierten para el turismo.
Terminando el día
Terminamos el recorrido en los famosos túneles que construyeron los caballeros templarios. Esos hombres cubiertos de pesadas armaduras con una cruz en el pecho. Aquellos que levantan controversias alrededor de ellos.
Fue impresionante caminar por esos angostos y pequeños túneles que utilizaron para transportar el santo grial a través de ellos.
Justo ahí, saliendo de estos largos caminos subterráneos una luz tenue nos invitaban a salir. Sin saber qué nos esperaba del otro lado; atravesamos el espacio y terminamos justo afuera de la antigua ciudad de Akko. Al frente una vista increíble del mar Mediterráneo.
En ese instante, fue inevitable pensar en mi siguiente destino: El Mar Muerto me esperaba y yo no podía evitar las ganas de estar ahí. Definitivamente tenía el virus viajero.
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