Si están planeando un viaje al nordeste de Brasil, aquí les dejo este post invitado de una querida amiga paraguaya que les contará su travesía por este hermoso destino lleno de color y vida.
Dicen que “los viajes se viven 3 veces: cuando los soñamos, cuando los vivimos, y cuando los recordamos”, por lo que decidí empezar a escribir este post exactamente 15 días antes de mi viaje al nordeste brasileño (Recife, Olinda y Porto de Galinhas) y terminé de escribirlo una semana después de llegar.
…Soñamos…
¿Por qué elegí este destino?
El nordeste brasileño siempre fue un destino pendiente para mí, debido a la buena referencia de sus playas, su clima agradable en casi cualquier época del año, su vegetación (y la alegría reinante siempre en todo destino brasileño).
…Vivimos…
Llegamos a Recife a las 12:00, haciendo escala previa en Sao Paulo. Allí estaba nuestro amigo Amaro esperándonos para trasladarnos en taxi hasta Porto de Galinhas e instalarnos en el hotel Ecoporto.
Tras almorzar “petiscos” (picadas) de camarones empanizados, carne seca típica de la zona y unas caipirinhas, nos dirigimos a las piscinas naturales, porque debíamos llegar para el horario de marea baja: entre 15:40 y 16:30.
Disfrutando de las “jangadas” (balsas con velas) que nos llevaron hasta la zona de las piscinas naturales, nos encontramos con los peces de colores que nos rodeaban.
Al terminar el paseo por las piscinas naturales, recorrimos el centro de Porto de Galinhas. Es totalmente peatonal, con callecitas angostas con locales comerciales para turistas y restaurantes que funcionan en la noche y justamente para la cena, elegimos un restaurante con terraza y música en vivo.
Al día siguiente, fuimos a un recorrido por las principales playas de la zona. Lo divertido de esto fue que el paseo se hacía en buggy (vehículo especial para andar en arena, con chasis ligero, una carrocería sin techo rígido y ruedas grandes). No son de esas excursiones donde uno debe estar pendiente del reloj para llegar a tiempo e ir rápidamente a otro lugar.
Ya a la tarde fuimos en taxi rumbo a Olinda, nuestro segundo destino. Nos hospedamos en Pousada do Amparo que forma parte de la Asociación de Hoteles Roteiros de Charme de Brasil, la cual selecciona a sus miembros por aspectos relacionados a charme o encanto, confort, calidad de servicios y responsabilidad socioambiental.
Cenamos en la zona bohemia Alto da Sé y al ir caminando de regreso a la zona de la Pousada, empezamos a escuchar una batucada al estilo carnaval brasileño. Grata sorpresa nos llevamos al ver que la fiesta estaba montada justo enfrente a nuestra Pousada! Un grupo de jóvenes tocando instrumentos y creando ambiente festivo para locales y turistas. Se respiraba ambiente de diversión y fiesta. El show continuó en un bar de la esquina, donde la mayoría de los “bailarines” siguieron bailando y derrochando alegría.
Al día siguiente, fuimos a recorrer el casco histórico de Olinda y comprobamos que no en vano es patrimonio de la humanidad, declarado por Unesco. Sus coloridas construcciones, muchas de las cuales atelieres o galerías de arte, forman una conjunción perfecta. El Mercado da Ribeira tenía artesanía y souvenirs preciosos…
A finales de la tarde, nos dirigimos en taxi rumbo a Recife. Nos hospedamos en el hotel Radisson localizado en la playa de Boa Viagem. El clima en Recife en estas épocas es de lluvia intermitente y mucho mucho viento.
Realizamos el tour nocturno de la ciudad, en barco, recorriendo sus canales como en Venecia (pero sin góndola). Lógicamente, Recife demuestra que es capital pernambucana. Con altos rascacielos, grandes carreteras e infinidad de opciones para el turista.
Al día siguiente, fuimos directamente a la playa y comprobamos lo que google nos había advertido: sus playas deben tomarse con precaución. Existe peligro de tiburones!. Además, apenas contratamos las sillas y sombrilla por el hermoso sol, se largó a llover jaja. Tras 5 minutos, el sol volvió a brillar!.
Almorzamos en Seu Boteco, un restaurante reconocido, en la Plaza Central de Recife (Marco Zero) que me recordó a ciudades europeas donde edificios hermosos enmarcan un lugar totalmente moderno. Recogimos maletas y fuimos al aeropuerto.
…Recordamos…
Un viaje como éste, despierta todos los sentidos. Cada quien disfruta de una manera diferente y libre de su viaje:
- Vista: nunca lo que se capta en la cámara es igual a lo que se ve. Hay que tratar de guardar directamente en nuestra memoria: el mar, cielo, siluetas perfectas e imperfectas de la naturaleza.
- Olfato: olor a brisa marina, a comida, a bebida.
- Auditivo: el ruido del mar, el silencio, la música, el bullicio con sabor a felicidad.
- Gustativo: deleite con peixe (pescado), farofa, molho, caipirinha, milho quente, todo.
- Kinestésico: los peces que se te acercan, la textura de la arena, los corales, arrecifes, la temperatura.
Un descanso, aunque breve, puede renovar energías y generar alegrías que perduren en el tiempo. Nordeste brasileño, sin dudas, ¡vale la pena estar allí!
Post Invitado: Lulú (fotos y texto)