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El comienzo

Parte 2: Un cuadro de Van Gogh

Continuando con mi primer viaje de intercambio a Francia…

Allí me esperaba ella. De aspecto amigable, sonrisa amplia y mirada comprensiva. Era la mamá de la tercera familia. Apenas me vio, abrió los brazos y me dio ese abrazo que hacía falta, que tanto echaba de menos y que recién lo notaba cuando lo recibí. Cuando estás acostumbrada continuamente a los de tu mamá recién los aprendes a valorar y a extrañar cuando pasas un mes sin ellos.

Subí al carro y partimos a Cesson-Sévign una pequeña localidad ubicada al este de Rennes.

Cuando llegué eran las vacaciones de medio año escolar en Francia, donde iba a pasar dos semanas sin ir al colegio, sin ver a mis amigas peruanas y sobre todo sin saber de Benjamín. Me sentía un poco ansiosa por el hecho de estar dos semanas desconectada de lo ya conocido hasta el momento.

Tercera familia

Cuando entré a casa, me recibió la familia que hasta ese momento no sabía que se volvería una parte importante de mi mundo.

Ahí estaba mi quien se volvería como mi hermana, Audrey. Me instalé en mi habitación y horas más tarde salimos a pasear. Me di con la sorpresa que una amiga peruana estaba hospedada en la casa vecina. Sentí alivio por estar con un rostro familiar durante esas dos semanas. Ya no me sentiría sola sino por el contrario, muy acompañada.

Pasaron los días, entre risas, idas a la pista de patinaje y largas conversaciones entre las cuatro. Dos francesas y dos peruanas que sin saber estábamos entablando una amistad para toda la vida.

Saint-Malo

Un fin de semana los papás planearon ir a la playa y aunque era invierno, el hecho de ir de viaje con un gran grupo de gente joven sonaba súper divertido. Iríamos la familia de Madeleine y la mía.

Llegamos a Saint-Malo, una estación balnearia que tiene la particularidad de estar amurallada completamente. Es un lugar que sin dudas recomiendo visitar, tiene un encanto particular de calles angostas y la vista al mar es impresionante.

Los días pasaron y las dos semanas llegaron a su fin. Cuando me despedí de todos ellos sentía que se me iba un pedacito de mi con ellos. Lloré mucho al irme y aunque el día que me recogieron los de la cuarta familia traté de poner la mejor disposición fue muy triste partir.

Cuarta familia.

De esta familia no tengo buenos recuerdos. No sé si porque quedé atrapada extrañando a mi tercera familia o porque nunca nos llegamos a ensamblar.

La soledad vino acompañarme por estas dos últimas semanas en Rennes. Recuerdo que pasaba días enteros en el cuarto sola sin nadie con quien hablar. El cuarto que me dieron era todo blanco y con una sola cama al medio, parecía un cuadro de esos tristes que tiene Van Gogh.

Esos días de soledad se aligeraban cuando iba a clases y compartía el día con mis amigas de Perú. A Benjamín lo veía solamente de lejos, distante y escurridizo.

El penúltimo día en Rennes, alentada por mis amigas, fui a la casa de Benjamin, pero él no estaba. Recuerdo que mis amigas escribieron una carta, hasta ahora no sé que habrán puesto en ella, ya que no lo recuerdan, pero la deslizaron por debajo de la puerta, sin saber si él la llegaría a leer a tiempo antes de partir a París.

Último día en Rennes

El último día tuvimos una fiesta de despedida en el colegio. Asistieron todas las familias, amigos y profesores; excepto Benjamín.

Por la mañana el bus pasaría a recogernos de la misma manera en la que nos dejó. Ahora nos volvería a reunir a todas pero esta vez no éramos las mismas que cuando llegamos, teníamos nuevas experiencias, anécdotas por contar y momentos difíciles que nos habían hecho madurar. Nos habíamos convertido en nuevas personas.

Continúa leyendo la última parte Arcos triunfales (parte 3)

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