Confesiones de una viajera

Llevo casi 8 años cambiando de casa continuamente (y en esta ocasión mis papás poca responsabilidad tienen).

Estos 8 años empiezan desde que decidí dejar Lima (la ciudad a la que llegué a estudiar mi carrera) y regresar a Arequipa. Al comienzo, supuestamente solo por 6 meses. Quería probar un poco de suerte y dejar el caos de la capital y terminé quedándome 2 años.

Como siempre sentí que mi paso por mi ciudad natal era momentánea, nunca compré ningún mueble y me conformé con los muebles con los que venía el departamento que alquilé.

Luego, regresé a la casa de mis papás, y al año siguiente me fui por casi un año a Barcelona. Después volví a Perú y dos años después, nuevamente volví a partir, esta vez rumbo a París.

París siempre fue para mí como una ciudad de paso, en la que viviríamos un año. A* estudiaría ese tiempo y para mí sería como la base perfecta para poder viajar más. Nunca me interesó introducirme en la ciudad y sentirme como una local. Veía a la ciudad como ese París de ensueño a la que cuando salía a caminar la seguía descubriendo como una turista.

Pasó el año muy rápido y A* terminó de estudiar y empezó a trabajar. Luego mi hermana vino a vivir a París para estudiar. Al inicio estuvo en mi piso por poco tiempo, después se mudó y empezó a estudiar y trabajar.

Entonces sentí que de algún modo todos empezaron a avanzar, menos yo. Yo seguía siendo “la turista”, la que andaba haciendo viajes de prensa, o viajando a Perú por trabajo. De pronto, en algún momento de mis idas y venidas, de andar entre maletas y mochilas, me detuve y vi que ya no quería vivir así.

Un pequeño recuento

Desde ese 2009 hasta hoy, 16 de Junio del 2017, día que cumplo 33 años, he vivido muchísimo más de lo que nunca hubiese soñado.

Viajé a 33 países (sí, curiosamente coincide con los años que cumplo). Perdí algunos vuelos y trenes. Casi duermo en una banca en la calle a -30ºC porque no encontraba la casa donde me hospedaría en Finlandia. Viajé con el corazón roto, viajé sola porque quería, viajé sola porque no tenía otra alternativa y también viajé con amigas y con A.

Vi la aurora boreal en Finlandia, probé comida asiática en un mercado en Singapur, nadé en el mar de Bali y me enamoré de esa isla. Perdí amigos y familiares estando de viaje. Conocí nuevos amigos viajando. Subí rompiendo las leyes a un rascacielos en Shanghái (pero la vista lo valió).

Me enamoré de varias ciudades. Extrañé y extraño a mi país siempre. A. me pidió matrimonio en el desierto del Sahara (respiren, sé que les acabo de soltar una mini bombilla jiji). Viajé en ferry, crucero, avión, en auto, camello y tren. Empecé a escribir este blog. Conocí personas increíbles por este medio. Otras personas me hicieron llorar porque “haters” hay por todos lados. Quise cerrar el blog. Gané un premio a nivel mundial. Empecé a amar la fotografía al punto de quererla convertir en mi profesión a futuro.

Confesiones

Una noche mientras conversaba con A. me levanté de la cama y le dije:

– Ya no quiero vivir girando como un trompo. Ya no quiero ver a París como una “ciudad- puerto” en la que llego por días y vuelvo a partir. En la que no me siento cómoda y en donde siento que la casa donde vivo, no es un hogar -.

A.- me abrazó y me dijo:

– La casa en la que estamos ya cumplió su etapa y si queremos empezar a sentirnos mejor empecemos con las necesidades básicas, como la pirámide de Maslow. Esta casa ya no da para más y no dormimos bien hace más de un año y tu siempre andas temerosa por la vecina. Tenemos que mudarnos -.

Al comienzo la idea me pareció una locura porque eso significaba quedarme por un tiempo más largo en París y la sola idea no me gustaba, pero luego pensé que si quería sentirme menos gitana, era la única solución.

Hace dos semanas estamos en el nuevo departamento a pocas cuadras de mi antiguo piso y aunque en teoría “estoy en la misma zona” siento que mi vida es otra. Empecé a llevar clases de francés para sacar el certificado oficial. Ahora me levanto y ya no me siento de frente a la computadora a trabajar. Mi día empieza cuando me sumerjo en las calles subterráneas del metro. Comparto con mis compañeros de clases que son de todo el mundo (literalmente), uno es de El Salvador, otra de Taiwán, hay chicas de China, un iraní, una americana, dos chicas de Ucrania y una de Sudáfrica.

Regresando a mis raíces

He dejado de sentirme turista y he empezado a vivir en París de una manera distinta. Quizás este cambio de vida que he decidido comenzar va a afectar mi forma de vivir de los últimos años de ir viajando y girando por todos lados. Pero siento que si no tomo este respiro y si no tengo una “rutina” al menos por un tiempo, viajar se volverá rutinario y no quiero que sea así.

Quiero viajar con ilusión, quiero planificar mis viajes, sentir curiosidad al ir a un nuevo lugar y no solo pasar por él como si fuese una zombie que necesita descansar. Ustedes no se lo merecen y yo tampoco.

Hace un tiempo me sugirieron que si quería más seguidores en el blog me muestre en bikini (ni en sueños), o que haga videos más comerciales, que ponga memes, que genere contenido más “light” argumentando que la gente de ahora no lee. Yo quiero creer que la gente si lo hace, porque es hermoso leer.

Estuve pensando sobre esto y aunque las ideas de convertir mi blog y volverlo más “comercial” se me cruzaron por la cabeza (solo por 30 segundos), finalmente decidí no hacerlo.

Este blog empezó con la idea de ayudar, de inspirar y de demostrar que viajar no es algo inalcanzable o de ricos, y quiero que continúe así.

No quiero escribir por escribir, quiero volver a ese blog que empecé con ganas de compartir con ustedes. Quiero compartir con ustedes lo que pienso y que este blog sea una especie de diario.

Que ustedes también puedan acompañarme en mi día a día y que si les surgen miedos a viajar solas(os), me puedan contactar y yo ayudarlos. Quiero inspirarme e inspirarlos.

Hoy que cumplo 33 años, lo escribo y ni yo me lo creo. Quiero ser más transparente, quiero que este blog sea más yo y espero que ustedes me sigan acompañando. Después de todo: la vida se trata de aprender, cambiar y mejorar.

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