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Viajar en solitario

Libros: El mejor compañero para viajar

Libros: el mejor compañero para viajar. Los libros son mundos. En el momento que abrimos uno y empezamos a leer la primera página, es como si cayéramos dentro de un mundo que se abre frente a nosotros. Como si nos desdobláramos y de pronto dejamos de estar donde estamos para transportarnos a otro año, otra época. Incluso cambiamos de país y hasta llegamos a sumergirnos en una ciudad en la que nunca hemos estado.


Tener un libro en nuestras manos, es como tener una llave mágica que nos da acceso para ver de cerca una vida que no es nuestra. Nos convertimos en un espectro invisible. Somos capaces de  presenciar una conversación intima, una discusión privada y hasta llegar a introducirnos en la mente de los personaje.

Emily Dickinson una vez escribió: “para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro” y no hay nada más cierto que eso.

Hay países que no conocía, países en los que nunca había estado. Pero, gracias a los libros, sentía que esto era diferente. Eso me pasó, por ejemplo, con el libro “La Sombra del Viento” de Carlos Ruiz Zafón. Donde a través de los ojos de Daniel Sempere, conocí Barcelona. Recorrí sus calles, vi su gente caminando por las venas de la ciudad. Pude ver ese tono sepia que tiñe la ciudad cuando la luz empieza a irse.

He conocido también Londres a través de la protagonista: Phoebe Swift, en “Una pasión Vintage” de Isabel Wolff. Marruecos, con uno de mis libros favoritos “El tiempo entre costuras” de María Dueñas. También me he metido por las calles y los lugares que nadie quiere ver en New York, con el libro “Éramos unos niños”. Fue por Patti Smith que aprendí que detrás de toda esa luz y glamour que muestran sus avenidas, hay un mundo oscuro que se oculta.

Me declaro una bibliófila (amante o aficionada de los libros) desde los 13 años. En mi escuela, un colegio de monjas, siempre que hacía alguna travesura, la forma en la que me castigaban las profesoras era mandándome a la biblioteca. ¡Vaya castigo!. Aún recuerdo sus caras poniéndose coloradas de la cólera y me señalaban con el dedo la puerta de la biblioteca. Me mandaban a pensar “sobre mi mal comportamiento” a ese espacio lúgubre y sin color, según ellas.

Para mí era como un sueño. Un lugar lleno de estantes altos repletos de libros. Algunos antiguos, otros nuevos, lomos de todos los colores, espesores y con diferentes tipografías. Recuerdo que la pobre bibliotecaria siempre se ofendía que nos castiguen mandándonos a su lugar de trabajo. Ella movía la cabeza de un lado a otro. Suspiraba e inmediatamente me recomendaba varios libros para leer.

Si algo me encantaba era abrir esos libros y perderme en ese olor de las páginas viejas con olor a sabiduría. Gracias a esos castigos, que quizá hasta inconscientemente los buscaba, me volví amante de la literatura. Ahora, aprovecho todos los tiempos muertos para leer.

Cuando viajo. Cuando estoy en las salas de espera. Dentro de un tren. Viajando en un avión, en un bus, en mi cama o en un café.

El único requerimiento que tengo, es que sean libros de papel. Soy de las clásicas. No me llevo bien con la tecnología, y aunque soy ecologista, siento que un libro no es perder papel, sino es guardar historias para siempre.

Cuando voy a una librería, me encanta buscar libros. Para mi es como un juego divertido. Primero, me pierdo entre los pasillos y rápidamente escaneo con la mirada todos los lomos, títulos, carátulas y pocas veces leo las reseñas. Prefiero simplemente dejarme llevar por mi intuición. Como si nos escogiéramos mutuamente. El libro me escoge a mí y yo lo escojo a él.

Otra cosa que me fascina es coleccionar separadores, en cada viaje me compro uno, tengo muchos, y cada uno tiene una historia y cada separador tiene el recuerdo de un libro.

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Viajando con libros

Cada libro que veo en mi estantería tiene una historia al interior de él. Además tiene la historia que ha compartido conmigo en algún viaje. Es imposible no pensar en “La Casa de los espíritus” de Isabel Allende y no recordar los vagones de trenes camino a Italia. O mi viaje a Austria y no pensar en el soñado libro “La vida de Pi” de Yann Martel. Cada personajes de cada historia son mis compañeros de viaje. Y es que, de alguna manera, son los libros: el mejor compañero para viajar que uno puede tener.

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